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Tres desconocidos y un caso

Ámbar Narváez, Sofía Salpurido y Emma Momesso

 

Me llamo Hannah, tengo 14 años, vivo en Haedo y les vengo a contar mi historia, bueno, su historia.

Era viernes 25 de mayo, salí con mis amigas, me acuerdo perfectamente, cómo no acordarse el día anterior a tu fiesta de 15 años.

Era un día muy nublado, poco sol, pero no me impedía imaginarme a mí entrando a mi fiesta. Me levanté a las 6 am como el resto de la semana. El colegio me importaba poco y nada, básicamente estaba embobada.

Llegué a mi casa, no había nadie, solo yo y una extraña sensación de que me estaban observando, pero no le di importancia y seguí con lo mío. Eran tipo 9 pm, me arreglé y me fui a cenar con mis amigas. Iba caminando y me volví a sentir observada, pero por suerte ahí estaban mis amigas, la sensación pasó. Al terminar la cena, pensaba irme en taxi, pero como cumpleañera pagué la cena y no me alcanzó; entonces volví caminando. El camino era corto pero mi sensación cambió, no era mi obsesión: me estaban persiguiendo y lo sabía.

Era una calle oscura y silenciosa, tenía miedo, me agarraron, cerré los ojos y cuando los abrí no era el mismo lugar.

1 mes después…

“Hoy se cumple un mes de la desaparición de Hannah Ember”. Era primer plano en todos los noticieros y mi cara circulaba por todas las redes sociales.

Era 25 de junio, en Ituzaingó, una casa pequeña y en esa casa, un chico, Paulo.  La tele estaba prendida aunque daba igual, nada le importaba, hasta que sonó mi nombre. Esa noticia a él le retumbó por la cabeza todo el día.

Se levantó de la cama después de no haber dormido casi nada, Paulo no era un adolecente de 16 años normal, era solitario, prefería leer un libro antes que socializar en cualquiera de sus formas.

Algo lo llevó a leer toda la información que existía sobre mi caso y así fue, cómo Paulo hizo todo lo que no había hecho la policía.

Empezó a buscar información: amigos, familiares o aquel que alguna vez me haya conocido pero solo uno le llamó la atención.  Un simple compañero parecía conocerme más que todos, y así era, no se confundió en ni una sola cosa y Paulo lo notó.

Era verdad, yo me juntaba con gente más grande por la simple falta de atención, salía todos los fines de semana para demostrarme fuerte pero no lo era, vivía con miedo y el miedo me ganó.

Paulo anotó una por una las palabras que salían de su boca, pidió nombres, pidió junta, no se perdió del más mínimo detalle. Excepto por ir a donde pasó todo. Menos mal.  Fue una de sus mejores decisiones porque en la misma situación que yo estaba, Aina, en ese preciso momento la salvó de caer al vacío, le salvó la vida.
Aina estaba sola, realmente a su familia no le importaba. Paulo la llevó con él. Ahora no contaba solo con la información que había encontrado de mi caso, sino que también con la de Aina.

Pudo reconocer la cara de uno de los secuestradores. Efectivamente la reconocía, lo había visto  ¿con quién? Conmigo, y así fue como se les unió Milton. Éste los ayudó a encontrar al secuestrador.  Sacaron datos de todo hasta conseguir su nombre.

Paulo y Aina pasaron días juntos, investigando y así como conocieron el caso se conocieron ellos. No era normal pero aquel chico solitario, por primera vez sintió algo y puso en juego a lo que habían llegado.

Habían pasado un mes desde que Milton se les unió y tenían un plan, se les estaba haciendo tarde, el reloj corría.

Fue una semana después, cuando Aina luego de ignorar a todo el colegio logró localizar al secuestrador y ahora si el plan estaba por comenzar. Se reunieron en la casa de Paulo, estaban casi a segundos de lo que estaba ahí, viva o muerta era otra cosa.

Iban a salir al otro día. Aina no podía dormir, Paulo tampoco, y así como en las películas se encontraron en la cocina. Se sentaron en la mesa, hablaron toda la noche, se vieron, se olvidaron de todo, fueron felices las últimas 12 horas antes de cometer la aventura de sus vidas.

Llegó el día, se la pasaron repasando el plan, estaban nerviosos y apenas sabían lo que hacían. Cuando iban a la casa del secuestrador, se encontraron con un campo y en ese campo una casa. No solo era una casa, ahí estaban secuestradas 19 chicas y yo. Estábamos a 1 hora de ser vendidas a una red de trata.

El secuestrador no estaba ahí, así que Milton llamo a la policía. Estaban en camino, el secuestrador llegó y no supo nada más que hacer, así fue como antes de que la policía llegara tomó un arma y se disparó, muriendo al instante.

Las chicas declararon y volvieron con sus familias.

Y fue así como tres chicos con los que no tenía alguna relación, se convirtieron en héroes.

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