
Sara
Eugenia Carod
Un día como cualquier otro, una niña iba de regreso al orfanato donde ella vivía.
En el camino se perdió en un bosque, el cual describió como mágico. Quedó petrificada con tal belleza que se imaginó a ella misma en una casita, decorada a su antojo, y a sus padres esperándola afuera. Pero esto no sucedería, ya que no era una niña de muchos recursos y, además, la dueña del orfanato no era una persona amistosa que la ayudaría sin dar algo a cambio. Este pensamiento le produjo un gusto amargo en la boca. Prefirió seguir investigando el bosque.
Sara, la niña, no era una persona muy comunicativa, situación que incapacitaba su relación con las demás personas, o al menos la dificultaba, y como si fuese poco, nadie se le acercaba en el orfanato, ya que ella era la niña rara.
Tiempo después, cuando volvió al orfanato, lo extraordinario sucedió, todos se le acercaron y la abrazaron. Ella sintió una gran felicidad, pero sabía que había algo no encajaba.
Sara vio con el ceño fruncido a Patricia, la dueña del orfanato, la miró extrañada, algo no andaba bien. Patricia por primera vez se veía feliz de haberla visto.
Al día siguiente, se despertó en un lugar que no lograba reconocer. Tardó unos segundos en darse cuenta que ése no el bosque ni tampoco el orfanato. A Sara la habían secuestrado en ese bosque mágico, tal vez el gusto amargo en la boca no había sido una sensación.