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                            Entrevista a Mónica Pineda                                                    (ex enfermera durante 37 años en el hospital de Marcos Paz)

Entrevistadoras: Evangelina Cahué y Luciana Martínez (nieta de Mónica)

La entrevista, como todas, se pactó en el mismo salón en donde estudiamos.  Su nombre surgió cuando la profesora preguntó a quiénes queríamos entrevistar.  El nombre de esta querida enfermera fue pronunciado por su nieta y compañera nuestra.  De inmediato Luciana nos había impactado con sus historias.  No quedaban dudas de que teníamos que conocerla y así fue.  Entre risas y facturas la entrevistada charlaba con nosotras muy amistosamente. ¿Nosotras?  Aprendimos.

E: ¿Cuántos años tiene?
M: 63.
E: ¿Por qué decidió estudiar enfermería?
M: Porque siempre me gustó. Empecé a los 23 años a trabajar en el hospital, primero como mucama, después fui lavandera, después cocinera, después estudié para recibirme de enfermera.  En realidad, somos auxiliares nosotras, las "viejas". No somos enfermeras profesionales porque antes no existían.
E: ¿Qué cualidades considera necesarias para esta carrera?
M: Tener vocación. Si no lo hacés con vocación, nunca vas a llegar a ser una buena enfermera. Nosotras tuvimos en la escuela de enfermería alumnas a las que le teníamos que enseñar y una se daba cuenta quién iba a ser enfermera y quién no.
E: Y usted, ¿cuántos años estudió?
M: Un año, porque en esa época para ser auxiliar de enfermería necesitabas estudiar sólo un año.
E: ¿Cuál es la experiencia más compleja que vivió?
M: El accidente de un colectivo en Mariano Acosta, el cual iba hacia la Colonia Inchausti.  El chofer se equivocó de puente. Hubo más de cuarenta chicos heridos. Todos los médicos de Marcos Paz fueron a colaborar, absolutamente todos.
E: ¿Usted dónde estaba cuando pasó el accidente?
M: Nosotras estábamos festejando el cumpleaños de una compañera. Éramos tres enfermeras, una instrumentadora y dos médicos. Sentimos la sirena de bomberos y vimos que insistía mucho, yo llamé por teléfono y me dijeron "Mónica, venite porque hay un accidente muy grande: un micro de chicos jóvenes se accidentó, necesitamos todas las manos". Dejamos todo lo que estábamos haciendo y fuimos. Volvimos a las cinco  y media de la mañana. Fue una experiencia muy dolorosa ver a todos esos chicos lastimados, la desesperación de los padres. Yo me puse en el lugar de las mamás y ubiqué a una de las administrativas, que también había llegado para darnos una mano, y le dije: "tomale nota a todos los chicos, nombre, apellido, si tienen un teléfono para avisar a los padres y decirles que están bien". Ver a los padres cuando llegaron fue desesperante.
E: ¿Hubo muchos muertos?
M: Dos: el chofer y un chico.
E: Tengo entendido, también, que durante la dictadura, usted también estaba trabajando, ¿cómo fue cumplir con su labor en esa situación? 
M: Mirá, yo trabajé con todas las ramas políticas: peronismo, radicalismo, con los militares. Esta última fue más densa, más estricta, teníamos militares en el hospital casi todos los días, y hemos visto una familia completa muerta que habían llevado hacia la morgue del hospital. Pero no podíamos decir nada, teníamos que atender y punto. 
E: ¿Y cómo llegabas vos al hospital en esa época?
M: Yo vivía en Santa Isabel, Mariano Acosta, y llegaba al hospital en colectivo. Entraba a las dos de la tarde y salía a las diez de la noche. Cuando volvía, a esa hora, más de una vez me bajaron del micro los militares, nos palpaban de armas para saber de dónde veníamos a esa hora. Yo les decía que era enfermera y que salía recién del hospital. Nos bajaban del micro.
E: ¿Alguna vez tuvo un impedimento para ejercer la profesión?
M: No, nunca. 
E: ¿Qué cuidados cree que se deben tener respecto al contagio de enfermedades y el peligro de atender a pacientes agresivos?
M: Guantes. La mayor precaución que se pueda. Porque con las agujas o el bisturí tenés que tener mucho cuidado. En las cirugías y en partos, por lo general, se ponen dobles guantes y triples también, además por  el virus HIV.
E: Y con respecto a atender pacientes agresivos  ¿Le ha tocado algún caso?
M: Me tocó un caso de pacientes agresivos, una mamá que tuvo un shock emocional y la tuvimos que llevar al Opendoor. Era muy agresiva y por la única que se dejaba tocar era por mí, ningún médico ni enfermero podía tocarla. La llevamos al Opendoor y después de cinco o seis años la volví a ver, me abrazó y me dijo: "Gracias a vos yo estoy bien". Le pregunté por qué y contestó: "Yo me acordé tanto de tu cara... porque me trataste tan bien." Andá a sabér lo que pensaba en ese momento y lo que le pasaba por la cabeza (se pregunta). Ella estaba completamente perdida, gritaba, gritaba y gritaba. Nada más.
E: ¿Y qué consejo le darías a los enfermeros si les llega a tocar un caso como ese?
M: Que tengan paciencia, que se pongan en el lugar del paciente. Cuando nosotros empezamos en enfermería, teníamos supervisores que nos enseñaron que todos los pacientes que están en la cama de un hospital pueden ser tu mamá, tu papá, tu hermano, tu hijo, o cualquier familiar; es un familiar más, tenés que pensar en lo que ellos están pasando.
E: ¿Qué le diría a la gente joven que ahora estudia enfermería?
M: Que lo hagan por vocación, la enfermería es muy linda. Que lo hagan con mucha vocación.
E: ¿Qué piensa acerca de la juventud de ahora?
M: (piensa) Ellos no piensan en ser médicos o enfermeros... por ahí lo hacen para alguna salida laboral, que no deja de estar mal o estar bien, yo creo eso.
Entrevistadora (nieta): Y teniendo en cuenta los pacientes jóvenes que llegaron al hospital, ¿qué diferencia ves entre los de mi generación y la generación de mi papá?
M: Lo que pienso es que falta mucha educación. Antes si los pacientes venían borrachos se quedaban, se les ponía un suero y se iban. Ahora, a los chicos les colocas un suero y te insultan. Me ha pasado con un chico que vino borracho, nos insultó a todos, desde el médico hasta el enfermero, y yo estaba de supervisora. Nos pidieron disculpas los chicos que lo trajeron: había chicos que tenían educación. Este chico no la tuvo. Le colocamos el suero para bien de él, para que se le pasara la borrachera que tenía ya que era impresionante, y él se lo sacaba. Se lo volvíamos a colocar y se lo volvía a sacar, cinco veces le colocamos el suero. A lo mejor en ese momento no era falta de educación sino que estaba tan borracho que le cayó mal. Pero antes, eso  no pasaba, era muy raro que chicos vengan borrachos, más bien era gente grande.
E: Siendo usted enfermera, ¿qué opina respecto a que se despenalice el aborto?
M: Yo estoy a favor para la gente que tiene menos recursos nada más. 
E: ¿Le ha tocado alguna paciente con complicaciones por hacerse un aborto clandestino?
M: Unas cuantas. En esa época se hacían abortos a domicilio, se colocaban sondas o agujas de coser, agujas de tejer, porque el útero es como el ojo, si vos tenés una pestaña o una basurita el ojo empieza a lagrimear, el útero vos lo tocas y empieza a sangrar. Entonces, se colocaban cualquier cosa las chicas, para que fermente y así abortar. Después venían con un sangrado. Dos chicas estuvieron al borde de la muerte, se salvaron porque tenía que ser así, no les tocó.
E: ¿Ha tenido que ver muertes por este caso?
M: Sí
E: ¿Chicas de mi edad?
M: En esa época a los 15 he visto que venían con los papás porque estaban con dolor de abdomen, ya que han tenido un bebé y a los papás nunca les dijeron. Cuando salíamos afuera, el médico les decía: "Bueno, lo felicito, es abuelo". Una vez, un papá le pegó a un médico, le pegó una trompada y le decía que su hija no estaba embarazada.
E: ¿Cuál cree que fue su error más grande o algo de lo que se arrepiente?
M: No creo que haya tenido un error, todo lo que hice fue de corazón y por vocación. Mi abuela se jubiló en el hospital con una conducta y con un legajo intachable. Yo trabajé 37 años y con mi hermana estuvimos en el legajo con felicitaciones y sin ninguna nota mala. Yo no me arrepiento de nada, cuando hemos tenido que ayudar, ayudamos. Hemos sacado plata de nuestro bolsillo para ayudar al hospital, al paciente principalmente. Después, cuando cumplí 35 años pedí que me sacaran del hospital porque había muchas cosas que yo no podía tolerar.
E: ¿Cómo qué?
M: Los médicos no te daban bolilla, antes nosotros al médico le sugeríamos algo y el médico te decía sí o no, ahora no podés sugerirle nada porque ellos tienen la razón, que nos parece excelente, pero... Hay gente que desgraciadamente ha muerto…
E: ¿Estás hablando de Otto?
M: De Otto (afirma). A mí me pasó con el papá de Luciano, tu tío, lo llevé tres días seguidos al hospital y el tercer día la tuve que hablar con la médica y decirle que le haga una ecografía o que le haga una placa de abdomen de pie porque él se sentía mal. Yo lo traje tres veces. Vos no podés permitir que un paciente que viene  tres veces seguidas, tres días seguidos, y uno no hacer nada nuevo.  ¡No podés permitirlo, algo tiene!   Hacéle análisis, hacéle alguna cosa, cualquier cosa. Cuando le indicaron una ecografía, nosotros fuimos  al Churruca; fue distinto que Otto. Otto se murió por un abdomen agudo, pero el papá de mi hijo tenía un cáncer, en el Churruca lo operaron, cuando apenas llegó.  Lo operaron, tenía un cáncer, punto. Mi hermana melliza, trabajando tantos años en el hospital tuvo un infarto...Llamó a las tres de la mañana al hospital, el médico le dijo que no tenía nada, que se quedara tranquila porque eran nervios y nada más, al otro día a las ocho de la mañana me llama...La llevó con la doctora Cahué a hacerle los análisis, enseguida me lo hizo; mi hermana estaba con un infarto, la mandamos en un remís al hospital Italiano.  Cuando llegó la estaba esperando su médica y una cardióloga, al rato estaba en Unidad Coronaria y a las dos horas la habían colocado un stent.   Te podés imaginar,  que cuando a mí me avisaron que la habían colocado una stent, me fui a verlo al médico.   Le dije lo que se te ocurra que es básico, le dije: “Mire, doctor, esto es básico. Se lo enseñan en primer año, usted tiene que ver que si una enfermera está con dolor de pecho hace diez horas, es porque realmente lo está. No está histérica".
E: Y en los casos de abuso infantil, ¿qué medida cree usted que se debe tomar?
M: (se sorprende) Yo te diría que las madres tienen que mirar mucho a los chicos, tienen que creerles todo, porque las criaturas no mienten. 
E: ¿Le han tocado casos?
M: Sí, pero lo hemos tenido poco tiempo porque enseguida los derivaban al hospital de niños o al Gutiérrez o los llevábamos nosotros, porque antes cuando derivaban al paciente, la enfermera iba en la ambulancia, porque había un sólo médico de guardia y si se iba nos quedábamos sin médico.
E: ¿Cuál cree que es su cable a tierra?
M: El trabajo. Con mis compañeras consultábamos, hablábamos mucho.
Entrevistadora (nieta): Además, yo me acuerdo que cuando vos ibas al hospital, los médicos se conocían entre todos, era otra cosa.
M: Todavía tengo médicos amigos, seguimos viéndonos, nos escribimos, seguimos; pero ya no es el hospital de antes.
E: ¿Puede atender a familiares suyos con complicaciones graves o no se debería por los nervios de la situación?
M: Mirá, yo tuve una hija que falleció a los 21 años, era diabética insulino dependiente desde los 3. Cuando la operaron de la vista, la pincharon 3 veces. Yo lo hacía, a familiares los he atendido y bueno, les prestás la misma atención que le prestás a cualquier otro paciente, son personas. Yo te puedo atender bien a vos, a ella (señala a las entrevistadoras) o a cualquiera. Yo, la generación de antes, la escuela vieja del hospital. Antes éramos instrumentadoras, hacíamos extracción de sangre. Cuando hubo un problema en La Tablada, que hubo muchos heridos, nosotras le sacábamos sangre a toda la gente que pasaba; la gente hizo cola para sacarse sangre y después la mandábamos hacia La Tablada. Nos quedábamos fuera de horario, no nos importaba, queríamos ayudar.
E: ¿Cree que hay una gran diferencia entre ese tiempo y ahora? 
M: Sí... No todas las enfermeras son malas eh, no estoy diciendo eso; pero hay mucha gente que trabaja por la plata, ya lo dije, no por vocación. A lo mejor a nosotros nos enseñaron otra cosa, son distintas escuelas. Yo no puedo aprender nunca lo que están estudiando ustedes, porque no tengo tiempo para estudiar y no voy a aprender porque no sé la nueva técnica de las escuelas. En Enfermería lo mismo, pero es básico que tengas vocación y que te guste, y que lo hagas con el corazón.  Yo todavía estoy trabajando; tengo un paciente desde hace 4 años, y no lo puedo dejar... Porque me llama y yo voy; no lo puedo dejar sucio, siento que me quedo sucia yo.  Entonces yo voy, lo vuelvo a hacer; él está re agradecido, soy su mano derecha. Le saco la ropa, lo lavo, lo cuido, lo curo, si tengo que hacerle un té o un café se lo hago... Yo hago todo eso por él y por otros pacientes. He tenido una paciente de 56 años, que hace poquito falleció por cáncer; yo le encremaba todo el cuerpo porque a ella le gustaba. 
Entrevistadora (nieta): ¿Cómo fue el momento en el que mamá me tuvo a mí? ¿Cómo estaba el hospital? ¿Qué pasó? 
M: Cuando naciste vos, le hicieron una cesárea de urgencia porque estaba con presión alta y yo fui la neonatóloga; y mi hermana fue la enfermera de nursery, porque no teníamos pediatra... así que nosotros sabíamos todo de Pediatría, sabíamos entubar, sabíamos aspirar, sabíamos cómo estaba la criatura... Ella, gracias a Dios, nació re bien... Una "bolivianita blanca" le decíamos nosotros. Porque tenía lo ojitos achinados y tenía el pelo re negro.
E: ¿Tiene alguna experiencia graciosa?
M: Graciosas un montón, después yo estuve mucho tiempo en parto  Y con el tiempo volvían algunos pero ahora como futuros papás…Yo me preguntaba: ¿estos chicos como van a criar a esa criatura?  La mayoría no superaban los 15 años… Me enteraba que estos mismos padres se escapan por la ventana los sábados a la noche ¡no se iban a quedar con el bebé y la mamá!  La mamá tendría 15 también.  ¡Tenían una cara de nenes!.  En fin , les sacábamos fotos y las abuelas que venían de lejos y no llegaban las hacíamos entrar un ratito para verlo (piensa). He visto papás llorar cuando han agarrado a ese bebé, se lo mostrábamos y se lo dábamos, lo dejábamos que lo tocara, ahora no se si hacen eso. Ahora está la posibilidad de que la mamá se pueda quedar al lado de la chica, cuando yo me fui del hospital no se permitía eso, y más de una vez me he quedado yo hasta las dos o las tres de la tarde porque la chica no quería que me moviera, me he quedado, porque la mamá no podía entrar y a cada rato salía.  Ahora me ven en la calle y me saludan (sonríe contenta).
E: Se lleva lindas experiencias como feas...
M: Me llevo más buenas que malas... malas, no me quiero acordar de muchas... O me acuerdo pero las dejo, pero buenas yo creo que puse toda mi vida ahí, yo creo que puse todo.
Entrevistadora (nieta): En los 37 años que trabajó jamás en su vida usó una zapatilla para entrar al hospital, toda su vida usó tacos altos para estar en el hospital. ¿Por qué?
M: Porque me gustaban.
E: Vos estabas... yo cuando era chica el día de jardín, yo fui toda mi vida al San José, yo salía de jardín, iba a Parterías, estaba en partos o estaba en gasas e iba y tocaba timbre, y yo ya sabía que era mi abuela porque se escuchaba el taco pegando contra el piso hasta que llegaba a la puerta. Y vos sabías que era Mónica porque se escuchaba los tacos contra el piso.
E: Siempre usé tacos, siempre.
M: Ella sola era la única en el hospital que usaba tacos, me tenía que sentir cómoda y yo estaba cómoda con tacos.
Entrevistadora (nieta): Y los ambos de colores eran de las mellizas Pineda.
M: ¡Ah sí, yo era sofisticada: naranja, violeta, azul, amarillo, cualquier color, el color más sofisticado que había yo me lo ponía, con ositos, sin ositos, con perritos, con gatitos, con corazoncitos, yo siempre fui muy impecable. Atendí a una paciente hace poco, que yo ni me acordaba de la señora, y me dijo: ¿Vos eras la de los tacos o tu hermana? Le digo: No, yo siempre usé tacos mi hermana no. Y dice: Yo te veía en el hospital tan elegante, con tacos. Pero le digo: Yo toda la vida usé tacos, no sé si soy elegante o no pero siempre usé tacos, toda la vida me gustó y me gusta, ahora soy un poco más grande y ya no tengo tanta paciencia.
E: Lo primero es la elegancia.  Fue un gusto Mónica, muchas gracias.
M: Bueno, gracias a ustedes.        

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