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La importancia de saber argumentar
María Eva suarez
A un individuo no podemos considerarlo alfabetizado en tanto no realice la doble articulación de decodificar (leer) y codificar (expresarse).
Frente a los continuos discursos de toda índole que nos rodean es imprescindible conocer ciertos cuestionamientos de naturaleza argumentativa que desde Aristóteles hasta la actualidad se analizan y de qué manera diferentes autores rastrean y plantean aspectos imprescindibles, en tanto eficaces, para la construcción de argumentos generadores de influencia mediante la palabra.
Por lo tanto analizar los discursos que circulan en nuestra sociedad se ha constituido en un objetivo importante y en una clara tendencia de las Ciencias Sociales y Humanas. Ello tiene mucho que ver con la valoración epistémica del lenguaje y la importancia teórico-metodológica que han adquirido los estudios del discurso, en el marco de lo que se conoce como el Giro Lingüístico.
En este contexto, el Análisis del Discurso se ha consolidado como una útil y recurrida herramienta de análisis, con potencial heurístico importante.
Si el lenguaje no es transparente, los signos no son inocentes, la connotación va con la denotación, el lenguaje muestra, pero también distorsiona y oculta, a veces lo expresado refleja directamente lo pensado y a veces sólo es un indicio ligero, sutil, o cínico, la teoría de la argumentación y el análisis del discurso bien valen la pena ser abordados, y enseñados.
Pero ¿qué acciones tenemos que realizar para superar el estado de aturdimiento de las conciencias llevado a cabo no sólo por los medios de comunicación, a los que se acusa de buena parte de los males de la sociedad, sino también por la propia escuela, que normalmente, permanece impasible ante los fenómenos sociales?
En primer lugar, explicitar, es decir, generar conciencia de que la forma en que un individuo percibe la realidad está influenciada en buena medida por los medios de comunicación y que éstos van a condicionar en muchos aspectos su nivel atencional perceptual y cognitivo.
Aunque los medios de comunicación ofrecen la ilusión de la participación y de la comunicación, en la práctica de área será otro tipo de relación. El comunicador de los grandes medios no da lugar a otros mensajes que no refuercen su propio discurso.
Esta problemática destaca la trascendencia de la lectura, porque la que realiza normalmente un individuo que no ha sido alfabetizado en el lenguaje es más de carácter emotivo que cognitivo, y desde esta perspectiva, independientemente del nivel educativo alcanzado, no puede descifrar, explicitar o hacer consciente el significado de un mensaje, ya sea en su forma, en su contenido. Por lo tanto este tipo de lectura no supera la mayoría de las veces, el nivel descriptivo, y suele generar una relación casi hipnótica entre el mensaje y el receptor que no permite establecer ningún tipo de distanciamiento crítico.
Desde esta perspectiva “el ser humano, dice Anders, más bien es un ser siervo porque sólo oye, y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral porque no pueden responder”.
En segundo lugar es necesario superar la identificación del proceso de comunicación como la mera transmisión entre un individuo, o empresa o institución que emite el mensaje y un grupo que los recibe, ¿cómo? Abordando la problemática desde el Análisis del Discurso y la Argumentación, en primer lugar, entre otras disciplinas.
Desde la perspectiva del Análisis del Discurso, entre otra disciplinas, se evidencian aspectos que describen y conforman algunas estrategias y tipos de argumentos que se” ponen en marcha” a la hora de tratar de persuadir y convencer al lector o auditorio. Una propuesta de reconstrucción para comenzar a adentrarse en el tema, acorde a las necesidades propias de una sociedad construida por discursos, podrían ser textos como La argumentación en el discurso de Ruth Amossy, (Pathos y discurso” y El ethos oratorio o la puesta en escena del orador),
En La argumentación en el discurso, la autora expone que para ejercer una influencia el que toma la palabra o la pluma debe adaptarse a sus alocutarios tratando de imaginar tan fielmente como sea posible su visión de los temas. Debe hacerse una idea acerca del modo en que sus oyentes lo perciben. ¿Qué autoridad posee ante ellos? La importancia atribuida a la persona del orador en la argumentación es un punto esencial de las retóricas clásicas, que llaman ethos a la imagen de sí que el orador construye en su discurso para contribuir a la eficacia de sus palabras.
El ethos es para Aristóteles la imagen que brinda de sí mismo el orador a través del discurso por intermedio de sus cualidades morales, gracias a las cuales se establece un merecimiento de confianza. El ethos del orador persuade con su figura, su conducta y su apariencia.
Es necesario para Amossy comprender de qué modo la presentación de sí mismo (el orador) ante el alocutario puede colaborar a la fuerza de su palabra, la autora, retoma en principio, la noción de ethos en un rápido recorrido cronológico desde Aristóteles hasta la pragmática contemporánea.
“El locutor que no puede basarse en una autoridad institucional suficiente o apropiada, que se vea revestido de una imagen estereotipada que perjudica sus intenciones puede trabajar para modificarla en su discurso (...)” ¿Cómo reencontrar la imagen previa del locutor, cómo tener acceso a la idea que se hace de la imagen que uno tiene de él? Para el auditorio es principalmente en el discurso donde se reencuentran los rasgos de los estereotipos que colaboran en la construcción del ethos. Este y otros interrogantes son los que se plantea la autora cuando reflexiona acerca de lo que debe tenerse en cuenta a la hora de reconocer, argumentar y persuadir.
En la segunda parte; en el capítulo IV, El pathos o el rol de las emociones en La argumentación en el discurso, Amossy, analiza el concepto de pathos empleado por Aristóteles que designa las emociones a las que un orador “tiene interés de conocer para actuar eficazmente en las almas”.
El pathos es una de las tres categorías consideradas para convencer a una audiencia sobre un tema, creencia o conclusión en particular. Consiste en la habilidad del orador o el escritor de evocar emociones y sentimientos en su audiencia. El pathos está asociado con la emoción, apela a simpatizar con la audiencia. Cuando se emplea, los valores, las creencias y la comprensión del argumentador se involucran y se comunican a la audiencia a través de una historia. Pero, ¿cómo se provoca un sentimiento, y qué relación se establece entre éste con lo que experimenta uno mismo?
Rut Amossy desarrolla estos temas centrándose en las dimensiones de la argumentación ethos y pathos, y los roles de estas categorías los cuales la autora explora desde la retórica clásica hasta la actualidad puesto que en todas las sociedades humanas existen formas de control social, que se manifiestan mediante las instituciones, las normas, los valores y las costumbres. Su principal investigación y aportes se concentran en la argumentación y el análisis del discurso.
En su conjunto los textos dejan ver la necesidad de abordar e integrar diversas teorías para producir y comprender prácticas discursivas específicas.
Debido a la gran influencia que los medios de comunicación tienen sobre la sociedad y de cómo esta influencia es manifestada mediante el planteamiento de estrategias argumentativas para convencer al público acerca de ciertos valores e ideas, los textos d la autora se inscriben como instrumento primordial puesto que la argumentación es una actividad cotidiana y ubicua en la interacción social: desde los medios de comunicación a los foros científicos, desde las sobremesas a los debates parlamentarios, es tan común ver gente embarcada en la tarea de dar y pedir razones que no queda sino pensar que tal ubicuidad no es mera casualidad.
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