
Al fin el olvido
Romina Santillán
Los sueños son parte poderosa de nuestras vidas, es todo lo que uno quisiera alcanzar. Siempre y cuando, nunca sean pesadillas. Charlotte Robinson tuvo el mismo sueño durante siete años, pero no esa clase que uno quisiera cumplir: fue la misma pesadilla durante siete duros años. Despertaba agitada y sudada, hasta que un día simplemente no lo hizo: quedó atrapada en su propio delirio. Aquí es cuando la fantasía toma lugar en este cuento y el lector comienza a dudar de su veracidad: apareció una bruja. No era esa clase de brujas que podía hacer hechizos con una varita o hablaba con los animales, pero sí una que lograba entrar en los sueños de las personas, y Charlotte no fue la excepción. Esta mujer observó toda la angustia que estaba sufriendo la chica, y sintió gran compasión, por lo que puso manos a la obra: la despertó con un brebaje y luego desapareció. Sin embargo, tuvo una gran consecuencia: Charlotte no pudo recordar nada antes de que todo esto ocurriera, algo que, más bien, fue un gran beneficio. Olvidó los problemas que sufría día a día, su pesadilla en carne y hueso.